Si la pandemia nos ha enseñado algo es la importancia de resistir ante una crisis: es fundamental saber enfrentarse a los golpes y responder rápidamente. Hemos asumido que ésta no será la última pandemia que vivamos, ya que nuestra sociedad cada vez está más hiperconectada. Tanto en las empresas como en la sanidad pública no hay lugar para la complacencia: juntos debemos sacar una lección de la crisis que vivimos hoy en día y prepararnos para los retos del futuro.
La clave para construir esa capacidad de resistencia está, en primer lugar, en el realismo: reconocer que tenemos un problema y solucionarlo. También es importante el optimismo, para convertir una crisis en una oportunidad de mejorar y salir reforzados de esa situación. A medida que dejamos la pandemia atrás, vemos que las cosas no van a volver a ser como antes: ha llegado la hora de invertir en tecnología, personas y futuras generaciones. Para ello, hay tres principios que toda organización debería seguir si quiere ser más ágil y sobrevivir en un mundo tan cambiante como el actual.
1. Aprender a manejarse entre el mundo virtual y el físico
La diferencia entre esta pandemia y las anteriores viene marcada por la habilidad que han tenido las empresas para mantenerse operativas y continuar ofreciendo sus servicios a los clientes gracias, en gran parte, a la tecnología. La COVID-19 ha acelerado la transformación digital en todos los aspectos que conciernen a la sociedad. Antes, los CEO solían delegar su estrategia digital mientras que ahora, cada vez más, quieren encargarse directamente de esta parte, ya que se han dado cuenta de que es un factor clave para construir una mejor resiliencia y para la supervivencia de su negocio.
En un mundo laboral completamente digitalizado en el que podemos trabajar desde cualquier lugar, el teletrabajo se convertirá, simplemente, en trabajo. Mientras la pandemia persista, y en previsión de las crisis que puedan venir en el futuro, ya sean globales o locales, todas las industrias deben adaptarse a un mundo que es en parte virtual y en parte físico, desde el retail hasta la educación y la sanidad.
2. Maximizar la diversidad y empoderar a los equipos para la toma de decisiones
No es ningún secreto que los lugares de trabajo en los que hay una mayor diversidad tienden a ser más innovadores y eficaces. Las organizaciones estarán más preparadas para afrontar hechos inesperados si maximizan la diversidad de sus equipos en términos de género, edad, raza, habilidades y conocimientos. Manteniéndose unidos, los equipos pueden fomentar una cultura empresarial de pensamiento escénico, aprovechando diferentes perspectivas para considerar de dónde pueden venir los riesgos y cómo pueden responder cuando se produzcan.
Descentralizar la toma de decisiones sería otra buena medida. Muchas organizaciones tienden a concentrar la información y el poder en una sola persona o lugar. Si le ocurre algo a esa persona o lugar, la ausencia de planificación puede tener consecuencias en todo el sistema. Por ello, es importante potenciar la capacidad de toma de decisiones en todo el equipo, proporcionando un mayor sentido de propósito, habilidades y significado a todos los niveles, para que las compañías tengan más capacidad de reacción ante los problemas y retos que se les puedan plantear en todos los ámbitos.
3. Necesitamos colaborar para prosperar
No podemos ser invencibles frente a todo, pero sí podemos ser estratégicos y dejar que el tiempo responda ante los peores impactos posibles de una crisis y los minimice. Tanto si hablamos de la capacidad de fabricación de vacunas como de tecnologías que nos ayuden a estar conectados, resulta fundamental que desarrollemos soluciones sostenibles que ayuden a las empresas y a la sociedad a prosperar en situaciones desconocidas. Tomemos como ejemplo la tecnología de colaboración: aunque estas herramientas existían antes de la pandemia, no ha sido hasta ahora cuando hemos percibido una enorme ola de innovación, que aumentará y simplificará la cooperación y socialización en el lugar de trabajo.
La colaboración debe darse en todos los niveles: dentro de las organizaciones, combinando equipos de trabajo interdisciplinares, y fuera de ellas, estableciendo relaciones de confianza con los clientes y con los partners -todas las empresas que componen nuestro ecosistema de trabajo-. La colaboración no es solo una cuestión de tecnología, sino también de cultura empresarial.
A medida que salimos de la pandemia, encontramos paralelismos con la emergencia climática que son sorprendentes. Ambos necesitan una respuesta colectiva que sea responsable y sostenible, tanto para el presente como para las generaciones futuras. Al igual que la pandemia nos ha enseñado el valor de lo importante, también hemos aprendido que debemos cooperar para hacer frente al cambio climático y otros retos. Necesitamos permanecer unidos para enfrentarnos a los desafíos que nos esperan, y poder seguir construyendo mejores empresas de las que teníamos antes, así como una mejor sociedad.
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